miércoles, 7 de octubre de 2009

Cuento No. 1

Fui de paseo a un lugar especial montada en un viejo carrusel… Al llegar a aquel lugar, abrí los ojos y me di cuenta que había llegado a un lugar desconocido, una época y un año desconocido; entonces supe que me había transportado al pasado.

Todo era diferente, los edificios eran antiguos, de aquella época y que ya no hacen en la actualidad. Los hombres vestían con elegantes trajes negros y sombreros de copa, las mujeres con vestidos largos, llamativos tocados de cabellos, y hermosas sombrillas de encajes; y los carruajes eran tirados por hermosos caballos.

Me sentía que había entrado a una extraña escena de una película del pasado, donde las personas eran muy elegantes y todos parecían hablar correctamente.
No me sentía asustada, más bien estaba asombrada, siempre había querido viajar al pasado. Empecé a caminar por las amplias calles de piedras admirando el entorno, la gente me miraba de una manera muy extraña, cosa que no me sorprendió, ya que nunca habían visto unos jeans, y mucho menos una mujer en pantalones.

Luego de mucho caminar, recordé que no sabía cómo iba a volver a mi presente, si ni siquiera sabía cómo había llegado a este lugar. Me había entretenido admirando todo el ambiente, las personas. ¿Cómo volveré a casa?, comencé a preguntarme. Vueltas y vueltas dí buscando algo, o alguien, que pudiera ayudarme, y lentamente, al no encontrar solución, empezaba a entrar en pánico, cuando de repente, recordé el último lugar en el que me encontraba antes de llegar a aquel lugar especial: el carrusel.

Mientras recorría, en búsqueda de mi presente, aquella ciudad del pasado, vi un afiche que anunciaba una atracción nueva, un carrusel de madera en el centro del parque de la ciudad. Tenía que ser allí pensaba, mientras por otro lado, otro problema nacía, ¿cómo llegaría?
En ese instante una mano me tomó del brazo presionándome y tirándolo hacia un lado, era un simpático niño, me miraba con ojos curiosos. ¿De dónde vienes?, me preguntó, yo rápidamente le contesté “del futuro”. El niño abrió sus enormes ojos marrones y sonrió emocionado, como si hubiera pisado la luna (aunque estaban muy lejos de esa realidad).

Le expliqué al niño lo que me ocurría, y él encantado y fascinado con mi historia, se ofreció a ayudarme. Juntos nos fuimos hasta el nuevo carrusel en el parque de la ciudad. Una vez allí, me monte en el carrusel, no estando segura si esto me ayudaría a regresar a mi presente. En medio de toda mi confusión el amable niño pidió conocer ese lugar llamado futuro, a lo cual me negué pues consideré que este pasado que yo abandonaba era su lugar.

Cuando arrancó el carrusel, cerré los ojos, y cuando los abrí, ¡Había llegado a casa!

Amelia Alfonso

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